Soy trabajadora sexual, no prostituta, testimonio
"Mérida" relata pasajes como trabajadora sexual en el Distrito Federal, donde enfrentó la trata de personas y el abuso sexual de autoridades
Armando Hernández, terra.
México, DF
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Mérida y su vida como trabajadora sexual en el DF
31 años después de iniciar su vida en el trabajo sexual, “Mérida” comparte sus experiencias en el “talón”, como ella le dice, donde desinformación, violencia y pobreza se conjugan con la discriminación de la sociedad y criminalización de las autoridades.
Su historia se remonta cuando tenía 16 años de edad, de los 47 que actualmente suma, llegó al Distrito Federal bajo engaños y con una promesa de amor, tuvieron que pasar 11 inviernos para entender que los golpes, amenazas y explotación sexual no son parte de un idilio.
¿Por qué seguir como trabajadora sexual?
“Mérida” es franca, su desconocimiento y miedo de enfrentarse a la gran ciudad la obligaron a seguir en el oficio, más por necesidad que gusto, “trabajo para una empresa en limpieza, donde me pagan $1350 pesos al mes, no me alcanza; tengo necesidades: ropa, calzado y alimentos” —tras una pausa y tragar saliva— “y familia qué mantener”.
"Mérida" tiene 31 años como trabajadora sexual en el DF
Su rostro deja ver cicatrices que con el tiempo se confunden con algunas arrugas, pero su voz también desnuda marcas que la tatuaron, “no es fácil, la gente piensa que uno se para en la esquina y abre las piernas, pero no; vete con un hombre que viene de su jornada como cargador, oliendo a sudor, con un aliento desagradable; métete con un cliente te quiere humillar o que te quite el dinero que ganaste después de tener sexo, eso no es fácil”.
Desde su punto de vista, de ahí radica la diferencia entre trabajo sexual y prostitución, “se trata de un intercambio de un rato de placer por dinero”, no del sometimiento ante una persona o la humillación a cambio de limosna, “no nos vendemos”, sentencia.
¿Cuáles son las principales adversidades del trabajo sexual?
“Mérida” no esconde sus resentimientos ante las autoridades y lejos de rehuir a cualquier venganza por sus declaraciones, afirma que además de la criminalización de la sociedad, el submundo del trabajo sexual está lleno intereses, donde todos quieren lucrar.
El pago de cuotas, ya sea por día, por semana, por quincena o por mes siguen vigentes para muchas, incluso, los mismos clientes son víctimas de extorsión, aunque ella se dice ya una trabajadora libre, no olvida la agresión en los distintos operativos por las calles de La Merced, incluso, la violación tumultuaria a la que fue objeto por parte de granaderos, donde hasta 20 hombres abusaron de ella en alguna ocasión.
Tras relajarse después de un momento de alteración por el recuerdo, “Mérida” suma el mundo de enfermedades de trasmisión sexual como una amenaza latente en su oficio y sin mayor reparo, confiesa que por muchos años, la gonorrea, sífilis u hongos fueros sus compañeros, principalmente por el nulo uso de preservativos durante los primeros años en “el talón”.
¿Se puede ser feliz como trabajadora sexual?
Vivir con la satanización del oficio “no es fácil, las señoras caminan por la calle y cuando nos ven hasta se tapan los ojos, pero no le hacemos mal a nadie, no agredimos, es nuestro cuerpo y tenemos derecho sobre él”.
En conjunto a la asociación Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer “Elisa Martinez”, “Mérida” enfrenta a la vida bajo una misión de solidaridad en apoyo a otras sexoservidoras, para compartir su experiencia y fomentar la sexualidad libre, sin riesgos y feliz.
Video de la entrevista:
http://noticias.terra.com.mx/mexico/videos/merida-y-su-vida-como-trabaja...
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