Enferma prostituída y golpeada. Crónicas Urbanas.

Enferma, prostituida y golpeada

Crónicas urbanas de Humberto Ríos Navarrete, diario Milenio

http://www.milenio.com/firmas/humberto_rios_navarrete/La_descubrio_un_ve...

Una menor Fue rescatada del Centro Histórico por la organización Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer, cuyos directivos hicieron la denuncia ante la PGJ, donde la espera fue de varias horas.

22/05/2016

La descubrió un vendedor ambulante del Centro Histórico, quien de inmediato avisó a los directivos de Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer, una asociación civil con casi 20 años de defender los derechos de servidoras sexuales, y se propusieron buscar a la menor de edad que tenía moretones en el rostro y renqueaba, según testigos, pero en sus primeros intentos no pudieron localizarla. Fue el pasado 30 de abril.

Y el rastreo continuó.

La propia dirigente de Brigada Callejera, Elvira Madrid Romero, experta en afrontar asuntos de ese calibre, recorrió las calles, apoyada de otros voluntarios, incluido el que había avisado. Por las señas proporcionadas, que bien las traían en la memoria, el estado de indefensión hacía más vulnerable a la adolescente, quien había sufrido abuso sexual durante su niñez. Esto lo sabrían más tarde.

Pasaba el tiempo; la búsqueda no paraba. Habían investigado que la muchacha tenía poco tiempo de practicar la prostitución, al menos en calles del Centro Histórico, donde no podía pasar inadvertida, aunque sea en recovecos, de modo que Elvira siguió con el rastreo de la chica de tez morena y gruesa de cuerpo, labios y nariz hinchados, quemada de un brazo y de andar renco.

—Parece que tiene la mano fracturada y se ve que le da mucho miedo de pedir ayuda —le dijo a Elvira una comerciante que la había visto.

Amaneció el 2 de mayo y Madrid Romero —diestra en estas cuestiones, pues ha trabajado a lo largo del país, de manera especial en puntos específicos de Ciudad de México y la frontera sur, donde el problema de trata y prostitución son ostensibles— reinició la búsqueda, con la confianza de encontrar a la muchacha, más aún porque, según indicios, era menor de edad y tenía problemas de salud.

Y ese fue el día.

Eran alrededor de las 13:00 horas. El guía, un señor de edad avanzada, acompañado de Elvira, observó que la muchacha estaba frente al número 100 de la calle Donceles. Huellas de acné en el rostro, nariz chata, labios gruesos, tez morena, algo robusta; vestía playera rojiza, pantalón de mezclilla entallado, zapatos tenis rosas, sonrisa de autómata. Y cojeaba.

La muchacha tomó del brazo al anciano, de manera paternal, y mostró cierta simpatía cuando vio la cercanía con Madrid Romero. Poco a poco el contacto fue tomando forma. La activista conoce bien este tipo de problemas y los sabe manejar. Por eso.

Elvira se percató que la muchacha tenía problemas en su forma de hablar, "cierto retraso", aunque entendía las preguntas y respondía. Poco a poco comenzó a desmenuzar su vida, no obstante su obstrucción en el habla.

Y aunque no lograban entender su procedencia, la muchacha dio ciertas pistas para creer que quizá era de algún lugar de Puebla. Les dijo que tenía dos semanas de haber llegado al Centro Histórico y que estaba con una tía que vive por Ciudad Universitaria, y que viajaba en el Metro, que tenía 16 años.

Que desde los 5 años hasta los 12 había sido violada, que tuvo un bebé por cesárea; que salió de la casa de su tía porque no tenía para comer, y que es alcohólica, y que...

—¿Y qué más? —se le pregunta a Madrid Romero.

—Narra que cuando el papá se da cuenta de la violación, le reclama al hombre y éste mata a su padre —responde Elvira, quien no tuvo dudas de que se trataba de un caso que no podía quedar al margen de la autoridad.

Y hacia allá fueron.

Pero hubo problemas.

—¿Qué pasó?

—Fuimos a la Procuraduría General de Justicia a levantar la denuncia y ahí nos tuvieron como hasta las 12:15, porque no la quería levantar.

—¿Por qué?

—Pues se echaban la bolita la Fiscalía de Violencia hacia la Mujer y Contra Trata de Mujeres. Me mandaban de un lado a otro, y la verdad es que me desesperé y les dije de qué se trataba, ¿no?

—¿Y qué le dijeron?

—El de la Fiscalía de Trata levantó la denuncia, pero trató mal a la jovencita porque le decía: "¿Por qué te estabas prostituyendo? Por dinero, ¿verdad?" "¿Lo hacías para comer y para pagar tu hotel y ropa?"

—La presionaba.

—Y la hostigaba cada rato, la cuestionaba, hasta que llegó el momento que ella se empezó a pegar en la cabeza y decía: "Me quiero morir, me quiero morir, me quiero ir con mi papá". Porque esta niña había sido violada desde los cinco años.

—Y que su papá le reclama al violador, decía.

—Sí, su papá le reclama y el hombre lo mata en presencia de su mamá. Ella logra escaparse y viene a dar al Centro Histórico. El funcionario decía que no era objeto de trata ni había por qué levantar la denuncia; que más bien era de violencia hacia la mujer y víctimas sexuales.

—Y ustedes qué decían.

—Que cómo es posible que de todo lo que ella está contando ni siquiera tratan bien a la chica, inclusive de levantar la denuncia. Hasta que empezamos a hablarle a más gente... Después me dice: "Pues nos vamos a quedar aquí toda la noche, tú verás".

—Y usted qué le dijo.

—Que para eso estaba ahí, y que hacemos el trabajo de prevención, y le dije: "Tú me estás diciendo tan fácilmente que no vamos a levantar la denuncia, pues te equivocas, y me voy a estar aquí, así me tenga que quedar toda la noche.

—¿Y qué decía?

—Se enojó el señor y ya de mala gana la levantó. Me dijo: "No hay quién se quede con ella". Le dije: "Pues yo me voy a quedar con ella aquí". Porque ni siquiera había gente de trabajo social, ni nadie, como para que estuvieran ahora sí auxiliando a la chica. Por ella me tuve que quedar hasta el día siguiente, a las diez de la mañana. Desde las dos de la tarde.

Pero incluso antes, recuerda, fue a la Fiscalía Especial para los Delitos de Violencia contra las Mujeres y Trata, dependencia federal, donde le dijeron que no la podían atender. "Anduve de un lugar a otro, hasta que por fin se quedó la menor ahí, en la Fiscalía de Trata".

—Y la volvieron a llamar.

—Sí, ahora a la agencia número 59 para que ratificara mi denuncia y para decirme si no tenía yo dónde mandar a la niña. Y les dije: "Si por eso estoy poniendo la denuncia con ustedes, para que ustedes le den un resguardo".

La autoridad, finalmente, aceptó resguardar a Adela, según la dirigente de Brigada Callejera, que durante casi 20 años ha realizado denuncias y encarcelado a explotadores sexuales que tienen como campo de acción el barrio de La Merced y otras zonas.

Crónicas urbanas de Humberto Ríos Navarrete, diario Milenio

http://www.milenio.com/firmas/humberto_rios_navarrete/La_descubrio_un_ve...

Una menor Fue rescatada del Centro Histórico por la organización Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer, cuyos directivos hicieron la denuncia ante la PGJ, donde la espera fue de varias horas.

22/05/2016

La descubrió un vendedor ambulante del Centro Histórico, quien de inmediato avisó a los directivos de Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer, una asociación civil con casi 20 años de defender los derechos de servidoras sexuales, y se propusieron buscar a la menor de edad que tenía moretones en el rostro y renqueaba, según testigos, pero en sus primeros intentos no pudieron localizarla. Fue el pasado 30 de abril.

Y el rastreo continuó.

La propia dirigente de Brigada Callejera, Elvira Madrid Romero, experta en afrontar asuntos de ese calibre, recorrió las calles, apoyada de otros voluntarios, incluido el que había avisado. Por las señas proporcionadas, que bien las traían en la memoria, el estado de indefensión hacía más vulnerable a la adolescente, quien había sufrido abuso sexual durante su niñez. Esto lo sabrían más tarde.

Pasaba el tiempo; la búsqueda no paraba. Habían investigado que la muchacha tenía poco tiempo de practicar la prostitución, al menos en calles del Centro Histórico, donde no podía pasar inadvertida, aunque sea en recovecos, de modo que Elvira siguió con el rastreo de la chica de tez morena y gruesa de cuerpo, labios y nariz hinchados, quemada de un brazo y de andar renco.

—Parece que tiene la mano fracturada y se ve que le da mucho miedo de pedir ayuda —le dijo a Elvira una comerciante que la había visto.

Amaneció el 2 de mayo y Madrid Romero —diestra en estas cuestiones, pues ha trabajado a lo largo del país, de manera especial en puntos específicos de Ciudad de México y la frontera sur, donde el problema de trata y prostitución son ostensibles— reinició la búsqueda, con la confianza de encontrar a la muchacha, más aún porque, según indicios, era menor de edad y tenía problemas de salud.

Y ese fue el día.

Eran alrededor de las 13:00 horas. El guía, un señor de edad avanzada, acompañado de Elvira, observó que la muchacha estaba frente al número 100 de la calle Donceles. Huellas de acné en el rostro, nariz chata, labios gruesos, tez morena, algo robusta; vestía playera rojiza, pantalón de mezclilla entallado, zapatos tenis rosas, sonrisa de autómata. Y cojeaba.

La muchacha tomó del brazo al anciano, de manera paternal, y mostró cierta simpatía cuando vio la cercanía con Madrid Romero. Poco a poco el contacto fue tomando forma. La activista conoce bien este tipo de problemas y los sabe manejar. Por eso.

Elvira se percató que la muchacha tenía problemas en su forma de hablar, "cierto retraso", aunque entendía las preguntas y respondía. Poco a poco comenzó a desmenuzar su vida, no obstante su obstrucción en el habla.

Y aunque no lograban entender su procedencia, la muchacha dio ciertas pistas para creer que quizá era de algún lugar de Puebla. Les dijo que tenía dos semanas de haber llegado al Centro Histórico y que estaba con una tía que vive por Ciudad Universitaria, y que viajaba en el Metro, que tenía 16 años.

Que desde los 5 años hasta los 12 había sido violada, que tuvo un bebé por cesárea; que salió de la casa de su tía porque no tenía para comer, y que es alcohólica, y que...

—¿Y qué más? —se le pregunta a Madrid Romero.

—Narra que cuando el papá se da cuenta de la violación, le reclama al hombre y éste mata a su padre —responde Elvira, quien no tuvo dudas de que se trataba de un caso que no podía quedar al margen de la autoridad.

Y hacia allá fueron.

Pero hubo problemas.

—¿Qué pasó?

—Fuimos a la Procuraduría General de Justicia a levantar la denuncia y ahí nos tuvieron como hasta las 12:15, porque no la quería levantar.

—¿Por qué?

—Pues se echaban la bolita la Fiscalía de Violencia hacia la Mujer y Contra Trata de Mujeres. Me mandaban de un lado a otro, y la verdad es que me desesperé y les dije de qué se trataba, ¿no?

—¿Y qué le dijeron?

—El de la Fiscalía de Trata levantó la denuncia, pero trató mal a la jovencita porque le decía: "¿Por qué te estabas prostituyendo? Por dinero, ¿verdad?" "¿Lo hacías para comer y para pagar tu hotel y ropa?"

—La presionaba.

—Y la hostigaba cada rato, la cuestionaba, hasta que llegó el momento que ella se empezó a pegar en la cabeza y decía: "Me quiero morir, me quiero morir, me quiero ir con mi papá". Porque esta niña había sido violada desde los cinco años.

—Y que su papá le reclama al violador, decía.

—Sí, su papá le reclama y el hombre lo mata en presencia de su mamá. Ella logra escaparse y viene a dar al Centro Histórico. El funcionario decía que no era objeto de trata ni había por qué levantar la denuncia; que más bien era de violencia hacia la mujer y víctimas sexuales.

—Y ustedes qué decían.

—Que cómo es posible que de todo lo que ella está contando ni siquiera tratan bien a la chica, inclusive de levantar la denuncia. Hasta que empezamos a hablarle a más gente... Después me dice: "Pues nos vamos a quedar aquí toda la noche, tú verás".

—Y usted qué le dijo.

—Que para eso estaba ahí, y que hacemos el trabajo de prevención, y le dije: "Tú me estás diciendo tan fácilmente que no vamos a levantar la denuncia, pues te equivocas, y me voy a estar aquí, así me tenga que quedar toda la noche.

—¿Y qué decía?

—Se enojó el señor y ya de mala gana la levantó. Me dijo: "No hay quién se quede con ella". Le dije: "Pues yo me voy a quedar con ella aquí". Porque ni siquiera había gente de trabajo social, ni nadie, como para que estuvieran ahora sí auxiliando a la chica. Por ella me tuve que quedar hasta el día siguiente, a las diez de la mañana. Desde las dos de la tarde.

Pero incluso antes, recuerda, fue a la Fiscalía Especial para los Delitos de Violencia contra las Mujeres y Trata, dependencia federal, donde le dijeron que no la podían atender. "Anduve de un lugar a otro, hasta que por fin se quedó la menor ahí, en la Fiscalía de Trata".

—Y la volvieron a llamar.

—Sí, ahora a la agencia número 59 para que ratificara mi denuncia y para decirme si no tenía yo dónde mandar a la niña. Y les dije: "Si por eso estoy poniendo la denuncia con ustedes, para que ustedes le den un resguardo".

La autoridad, finalmente, aceptó resguardar a Adela, según la dirigente de Brigada Callejera, que durante casi 20 años ha realizado denuncias y encarcelado a explotadores sexuales que tienen como campo de acción el barrio de La Merced y otras zonas.