Columna: Takones altos… Una cita…

Columna:

Takones altos…

Una cita…

Manuela

27/02/17

Agencia de Noticias Independiente Noti-Calle, Ciudad de México, 27 de noviembre de 2017.

El mes del amor está por terminar. Y pues me gustaría platicarles lo que alguna vez me pasó.

Estoy aquí.

Llegue temprano. Las manos me sudaban. El nerviosismo me trajo los recuerdos de aquella primera época de citas. ¿Por qué?, me preguntaba, antes y hoy.

Sin embargo, me pare temprano y ahí estaba con las manos sudando de nuevo. Y es que las manos me sudan cuando estoy nerviosa. Y hoy estoy nerviosa, muy nerviosa.

Caí de nuevo en el cliché de no encontrar nada que ponerme de lo que había en esas cajas acomodadas que llamo closet. Saque pantalones, faldas, vestidos, mayones, blusas, suéteres, lo combinaba todo y nada llenada mi ojo crítico con una combinación idónea para la emoción.

De la ropa interior ni hablamos. Solo diré que camine por mil tiendas y las prendas eran muy grandes o muy pequeñas o muy rosas o muy negros o muy transparentes o muy lisos o muchos puntos. Les comentó que encontré una combinación perfecta. ¿Cómo la descubrí? No se imaginan.

Estaba como loca en el último lugar que visitamos. Tangas, cacheteros, boxers, italianos, franceses, bodys, telas y telas, diseños y diseños. El ansia me estaba carcomiendo. A mi compañera ni se diga. Por eso le mando un beso, me tuvo mucha paciencia, a su forma. Pero no podía tomar una decisión.

En la loquera, mi amiga me pregunto, con voz seca, obviamente, ¿ya? Me di la vuelta, un tanto irritada. ¿Acaso no entendía mi dilema? Yo tenía mucho más paciencia con ella. Estoy segura de que yo nunca la he apurado cuando ella está en las mismas circunstancias. Bueno, y en esa vuelta sucedió. No pensé encontrar lo que buscaba en donde me gustaría que terminara no donde lo quería poner.

Ahí estaba eso que estaba buscando. Y no fue porque descubriera el corte o la tela o el diseño de la tela. Se veía hermoso ahí donde estaba. Era lo que mi mente y mi cuerpo estaban buscando. Era un conjunto negro, mmm, con tela traslucida y encaje, mmm, un pequeño moñito rojo, uno entre las copas y otro al frente de la tanga, mmm. Y sobre todo lo vi tirado en el suelo. Y así termino en mi cuerpo.

De camino me sentía emocionada, triste, alegre, confiada, desconfiada, bonita, fea, gorda, nada más gorda, ridícula, todo sentía, todo. Pero di cada paso hasta ahí.

Camine por enfrente del cafecito varias veces antes de pedir una mesa. Temía que no llegara. Creo que siempre pensamos que no van a llegar. Y también pienso que el primero que llega siempre es el más desesperado. Y ahí estaba yo pidiendo una mesa treinta minutos antes de la hora de la cita.

Pedí un café y un vaso de agua. El café porque pensaba no dormir y el agua porque tenía la boca seca. Los segundos caían como enormes piedras flotando en el espacio.

Tuve tiempo de criticar todo el cafecito. Los manteles, como acomodaban los jarabes sin ton ni son. Las mesas se fueron llenando, todas con más de una personas. Sí llegaban solos o solas no pasaban más de tres traguitos a mi café para que llegara su acompañante.

-¿Algo más señorita?

-Po el momento no, gracias.

Y me sumía de nuevo en mis observaciones.

La hora llego con fuertes rechinidos de pensadas manecillas oxidadas hasta lo más profundo de mi oído. Un electrizante impulso recorrió todo mi cuerpo. Todo el vaso de agua que bebí quería abandonar mi cuerpo por mis lagrimales. Me pude contener y me dirigí al baño.

Regrese nueva. Regrese valiente.

El mesero estaba recogiendo y limpiando mi mesa. Repitió la cantaleta para venderme algo más. Acaso en sus años de experiencia no pudo percibir que hasta ese momento estaba siendo plantada. Mi rostro con sonrisa forzada no le decía nada. Supongo que no pues no me quito la mirada esperando una respuesta. Pedí, por el momento, otro vaso de agua. Se retiró. No regresaba pronto y mi cita no llegaba.

Comencé a leer la carta minuciosamente. Entradas, sándwiches, postres, ensaladas, bebidas calientes, bebidas frías, cuernitos, cervezas y más. Claro que no sabía que pedir.

Leía una palabra y levantaba la vista esperando al quijote que derrotaría gigantes en mi nombre. Leía una frase y miraba el reloj con la esperanza de que no avanzara y él no llegara tarde. Terminaba una sección y levantaba el celular y revisaba el whats el mesenger y el instagram, el Facebook. Cuando termine de leer todo y levante todo y levante la mirada, mire el reloj y revise mis redes sociales sociales…respire.

Respire profundamente. Y me concentre en mí. Levante la frente y me di cuenta que ya tenía hambre. Tome de nuevo la carta que ya y mi vista ya no divago, se concentró en la comida. Las manos dejaron de sudar. Así que levante el dedo, pedí un cuernito, un capuchino y comí.

Ya no espere ni mi cita ni mi vaso con agua.

Cuando termine me dí cuenta de la noche. Me fue inevitable no pensar en lo que traía puesto. Otra vez será, otra vez será.

En fin… ¿Vamos?

PD.

El Trabajo sexual no es trata de personas.

El Condón no es una prueba jurídica de trata de personas, es un utensilio de salud.